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Un año después de la tragedia de la DANA, la mejor forma de honrar a las víctimas es ACTUAR para que el cambio climático no se cobre ni una vida más.

Reiteramos nuestra más profunda solidaridad con todas las personas y comunidades que se vieron afectadas. La enorme pérdida humana, social y ambiental que dejó tras de sí este desastre hace que sea más importante que nunca promover soluciones que protejan a las personas y a la naturaleza frente a futuras inundaciones.

Tras un año de la DANA que devastó amplias zonas del país en octubre de 2024, desde WWF alertamos de que la reconstrucción ha priorizado infraestructuras y núcleos urbanos, mientras la restauración de los espacios naturales afectados sigue pendiente, pese a ser nuestra mejor defensa ante futuras inundaciones. La ocupación de zonas inundables continúa siendo una práctica habitual y peligrosa. 

El episodio extremo alteró profundamente cauces, barrancos y zonas agrícolas, y dejó una gran carga de sedimentos y nutrientes en la Albufera, favoreciendo la proliferación de algas y la pérdida de oxígeno en el agua. Aunque la respuesta inicial se centró en la emergencia humana y económica, la naturaleza quedó fuera de las prioridades. A día de hoy no se han puesto en marcha programas de restauración fluvial ni de recuperación de humedales, ecosistemas esenciales para amortiguar las inundaciones. 

Las actuaciones se han centrado en obras de emergencia para reconstruir carreteras, viviendas e infraestructuras de saneamiento y depuración. Según las previsiones de la Confederación Hidrográfica del Júcar, en 2026 se invertirán 581 millones de euros en reponer infraestructuras, mientras que solo 184 millones se destinarán a la recuperación de cauces y de la Albufera. 

En muchos barrancos aún quedan restos de arrastres y los cauces se han ensanchado hasta un 30 %, pero no se ha avanzado en su restauración ecológica. Las administraciones plantean volver a “corregir” su morfología, en lugar de devolverles espacio y libertad natural para reducir daños en el futuro. 

En el ámbito urbano persisten los mismos problemas que agravaron los impactos: una alta densidad de población e infraestructuras críticas en zonas inundables. Se estudian medidas como permitir inundaciones controladas en áreas rurales, pero la mayoría de las actuaciones previstas siguen apostando por más muros y canales, reforzando la dependencia de soluciones grises en lugar de las soluciones basadas en la naturaleza. 

No estamos hoy mejor preparados ambientalmente, aunque sí más conscientes de nuestra vulnerabilidad. Tenemos que aprender a convivir con fenómenos extremos cada vez más frecuentes e intensos, y para prevenir sus efectos debemos restaurar ríos y humedales, recuperar el espacio natural de los cauces y apostar por soluciones basadas en la naturaleza que nos protejan en el futuro. Sin estas medidas, los daños seguirán aumentando. 

El aumento de estos fenómenos extremos está directamente vinculado al avance del cambio climático. La región mediterránea se calienta más rápido que la media global, lo que intensifica la evaporación y las lluvias torrenciales. Este verano, la AEMET registró anomalías térmicas de hasta 3,6 °C por encima de la media histórica en la Península, un dato preocupante que aumenta la vulnerabilidad de nuestras regiones costeras y fluviales. 

Recordamos que es urgente acelerar la adaptación al cambio climático, restaurar los ecosistemas naturales y reducir las emisiones. Pero también advertimos de que la capacidad de adaptación tiene un límite: si no frenamos el aumento de las temperaturas, los impactos serán irreversibles y las medidas actuales no bastarán. 

A pocos días de que arrance la COP30, reclamamos que los compromisos internacionales se traduzcan en acciones reales y urgentes que frenen el calentamiento global y protejan tanto a las personas como a la naturaleza. 

Un año despues de la DANA 1075px
© WWF
Un año despues de la DANA 1075px
© WWF. Brais Lorenzo
Impactos de la DANA en Valencia
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