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Acuerdo histórico sobre el Tratado de Alta Mar: nuevas normas para dos tercios de los océanos

Acogemos con gran satisfacción el acuerdo sobre el texto de un nuevo Tratado de Alta Mar jurídicamente vinculante alcanzado por las naciones en Nueva York, que crea un marco para conservar la vida marina y frenar las actividades perjudiciales en dos tercios del océano.

Tras casi dos décadas de elaboración y con los delegados trabajando contrarreloj para alcanzar un acuerdo final, el texto esboza mecanismos para conservar y utilizar de forma sostenible la biodiversidad marina en zonas situadas fuera de las jurisdicciones nacionales, incluida la alta mar. 

El acuerdo permitirá la creación de áreas marinas protegidas (AMP) de alta mar y ayudará a colmar las lagunas del actual mosaico de organismos de gestión, lo que redundará en una mejor cooperación y un menor impacto acumulativo de actividades en alta mar, como el transporte marítimo, la pesca industrial y la explotación de otros recursos.

El Tratado de Alta Mar es necesario para aplicar el Marco Global de Biodiversidad, que compromete a los países a proteger y conservar al menos el 30% de los océanos y a garantizar la restauración del 30% de las zonas degradadas para 2030.

Este es un momento histórico para los océanos, que marcará el comienzo de una nueva era de responsabilidad colectiva para el bien común más importante de nuestro planeta. 

Consideramos que el Órgano Científico y Técnico que se establecerá como resultado del acuerdo será fundamental para garantizar que las propuestas y los planes de gestión de las áreas marinas protegidas se evalúen de forma sólida, y que los informes de evaluación del impacto ambiental se reciban y se pongan a disposición de la comunidad mundial. Junto a esto, el Comité de Aplicación y Cumplimiento hará operativa la cooperación reforzada de forma significativa, y un mecanismo de resolución de disputas dará a los Estados la oportunidad de tomar medidas contra los incumplimientos.

La obligación de los Estados desarrollados de compartir conocimientos y tecnologías, y de crear capacidad en todos los países, facilitará una participación más equitativa en la conservación de la alta mar, en particular para las naciones en desarrollo.

Los defensores de los océanos de todo el mundo pueden saborear este momento que lleva años gestándose. Pero esto no es una línea de meta. Para que las buenas intenciones del tratado produzcan resultados en el agua, tenemos que seguir presionando. Una vez resueltos los aspectos técnicos y aprobado el tratado, debe entrar en vigor para que pueda ponerse en práctica: todos los países deben firmarlo y ratificarlo formalmente e incorporarlo a su legislación nacional. Las palabras importan, pero nuestro océano necesita acción.

La alta mar sustenta pesquerías cruciales, proporciona hábitats para cientos de miles de especies y ayuda a mitigar los impactos climáticos, ya que en los últimos 10 años el océano ha absorbido el 23% de las emisiones de carbono relacionadas con la actividad humana. La alta mar y la fauna que migra a través de estas aguas recibirán por fin la atención que merecen, una vez que un número suficiente de países adopten y ratifiquen este acuerdo que permitirá la entrada en vigor del instrumento.

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