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Nos oponemos al plan del MITECO de destinar las aguas del Guadiamar a la agricultura intensiva en vez de salvar Doñana

Pedimos al MITECO que abandone los planes de recrecer la presa del río Agrio y no permita el reparto de sus aguas entre los cultivos intensivos que amenazan Doñana por el norte

Además de estar asediada desde el oeste por la agricultura intensiva bajo plástico con miles de hectáreas de fresas y frutos rojos que han secado los acuíferos, ahora Doñana se enfrenta a la amenaza de que cultivos de tomates, frutales, leñosos o algodón se expandan sin control desde el norte y transformen las últimas marismas usando para ello el agua del río Guadiamar que debería llegar al Parque Nacional. Así ocurrirá si se recrece la presa del río Agrio y se reparten las aguas del Guadiamar entre los regadíos intensivos de su cuenca, tal como prevé el actual borrador de Plan Hidrológico del Guadalquivir. Pedimos al Gobierno que abandone estos planes y que asegure que las aguas del río Guadiamar vuelven a alimentar a Doñana.



Las marismas de Doñana sufren una sequía a cámara lenta después de tres años prácticamente agostadas y tras una década sin años húmedos. Esta grave situación afecta especialmente a sus marismas, el principal ecosistema del espacio protegido. Históricamente los principales aportes a las marismas procedían de las aguas superficiales que llegaban por el norte desde el Guadiamar –el verdadero Río de Doñana- a través del Caño del Guadiamar y el Caño Travieso, pero tras sucesivas actuaciones desde los años 70, el agua fue secuestrada gradualmente para alimentar la agricultura intensiva y el corazón de Doñana pasó a depender de forma casi exclusiva de la suerte de unas lluvias anuales cada vez más irregulares y escasas debido al cambio climático, como reconoce la propia Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG).

Mientras las marismas de Doñana se secan, la revisión del Plan Hidrológico del Guadalquivir para el periodo 2021-2027, redactada por la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) y en periodo de consulta pública actualmente, propone recrecer la presa del Agrio –afluente del Guadiamar- con la justificación de recuperar los acuíferos sobreexplotados, pero a nuestro juicio esta obra con un coste de 50 millones de euros en realidad permitirá consolidar y expandir los cultivos intensivos en las marismas del norte de Doñana en un escenario de cambio climático. Algunos de estos cultivos se han puesto en marcha recientemente, otros se encuentran en fase de proyecto, y otros se van a desarrollar en fincas que han sido condenadas en firme por el Tribunal Supremo por extraer agua ilegalmente del acuífero que abastece a Doñana.

Creemos que es inadmisible que, pese a que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha condenado recientemente a España por incumplir sus obligaciones en la conservación de Doñana, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir no asegure los caudales superficiales necesarios del río Guadiamar para conservar este espacio y se plantee repartirlos para consolidar y seguir transformando las extraordinarias marismas situadas al norte del Parque nacional de Doñana en lugar de recuperarlas. Esto supondría un golpe definitivo para la conservación de Doñana y un nuevo incumplimiento de las normas que protegen este humedal único a nivel internacional.

Por todo esto, pedimos al MITECO que abandone definitivamente los planes de recrecer la presa del río Agrio y no permita el reparto de sus aguas entre los cultivos intensivos que amenazan Doñana por el norte. En su lugar, el MITECO debe dedicar los fondos públicos a poner en marcha con urgencia un plan ambicioso para salvar las marismas que incluya el retorno de los caudales del Guadiamar, la restauración integral de su cuenca en la zona de la marisma y la inclusión en el espacio protegido de áreas como los Garridos, Veta Alí o Cochinato, situados al norte del Parque Nacional de Doñana.

Reclamamos las aguas del río Guadiamar para sus históricos propietarios: la marisma de Doñana y su amenazada biodiversidad. Estamos en un momento decisivo en la historia del Parque Nacional de Doñana. El MITECO debe decidir entre salvar las marismas o consolidar el regadío intensivo a las puertas del humedal más importante de Europa y Patrimonio Mundial de la Humanidad. Si las aguas del Guadiamar se otorgan ahora para regar algodón, melocotones o tomates, los cultivos llegarán hasta el límite del Parque nacional, destrozarán valiosas marismas y se consolidará una situación que será casi imposible de revertir en el futuro, lo que supondrá un auténtico punto de no retorno para Doñana. 

La marisma del Parque Nacional lleva tres años prácticamente sin agua, un problema que se debe principalmente a que hoy en día depende de unas lluvias que están disminuyendo. Incluir en la revisión del Plan Hidrológico el recrecimiento de la presa del río Agrio y el reparto de esas aguas colocaría el último clavo al ataúd que se viene construyendo desde que se cortó el Caño del Guadiamar y se impidió que la marisma se relacionara con el Guadalquivir, condenándola a depender de unas lluvias cada vez más escasas. El MITECO tiene la oportunidad histórica de revertir esta situación frenando la agricultura intensiva y ejecutando todas las medidas necesarias para garantizar la seguridad hídrica de este humedal único a nivel mundial. 

El Guadiamar, el verdadero Río de Doñana 

Históricamente los principales aportes a las marismas procedían de las aguas superficiales que llegaban desde el Guadiamar –el verdadero Río de Doñana- a través del Caño del Guadiamar y el Caño Travieso. Estos aportes se complementaban con los realizados por una serie de arroyos menores de la zona onubense como el Partido, Cañada Mayor o la Rocina. Por último, las aguas del Guadalquivir también contribuían al correcto funcionamiento de la marisma.

Sin embargo, a partir de la mitad del siglo XX, diferentes actuaciones, principalmente las encaminadas a la transformación de la marisma sevillana en zonas de cultivo, hurtaron a las mismas los 150-200 Hm3 anuales de media que aportaba el Guadiamar. Asimismo, la puesta en regadío de tierras en el Condado hicieron descender de forma progresiva los caudales de los arroyos onubenses. Por otra parte, desde el siglo XIX las obras para facilitar la navegación cortaron las aportaciones del Guadalquivir. La salud de la marisma quedó a expensas de las lluvias anuales, o lo que es lo mismo, pasamos de un régimen de aportes de aguas superficiales fluvio-mareal, a un régimen casi exclusivamente pluvial. Y ello está teniendo consecuencias negativas graves sobre la marisma y su biodiversidad.

Este año 2021 hemos vuelto a vivir un año pluviométricamente malo, el décimo consecutivo. Llevamos una década sin un año húmedo en Doñana y ello ha tenido como consecuencia que la marisma está prácticamente seca durante todo el año, ya que los aportes superficiales que recibe de los arroyos occidentales son claramente insuficientes para inundarla. Esa situación tiene como consecuencia que las aves tengan que buscar otras zonas de descanso en invierno, que haya problemas en la temporada de cría en primavera, que se vean afectados anfibios, peces o insectos que no encuentran refugio ni zonas de puesta, ni lugares donde alimentarse, etc.

 

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