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Isaac Vega , Departamento de Comunicación de WWF España

Publicado el 3 de junio del 2022

Un nuevo evento internacional para recodarnos que la acción es más urgente que nunca.

El 2 y 3 de junio se va a celebrar en Estocolmo (Suecia) el evento "Estocolmo+50: un planeta sano para la prosperidad de todos —nuestra responsabilidad, nuestra oportunidad" para conmemorar los 50 años desde que se celebró la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano de Estocolmo, en la cual se acordó el establecimiento del PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) y se designó el 5 de junio de cada año como el Día Mundial del Medio Ambiente. Fue el primero de muchos eventos internacionales centrados en la necesidad de cuidar el medio ambiente y de reclamar una acción el medio ambiente y la conservación del planeta. 

Desde su creación WWF ha seguido de cerca y ha tenido un amplio protagonismo en las principales cumbres internacionales.

Ahora ante un nuevo evento internacional y en vísperas de la tan esperada y necesaria COP 15 del Convenio de Diversidad Biológica, que debe determinar los objetivos internacionales para los próximos 10 años, hacemos un repaso de lo que han significado estas 5 décadas de grandes eventos internacionales y recordamos la urgente y dramática necesidad de actuar en modo decidido para revertir la pérdida de diversidad.

En 1972 tuvo lugar en Estocolmo (Suecia) la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Humano, que a la postre sería conocida como la primera Cumbre de la Tierra. Del 5 al 16 de junio representantes de 113 países debatieron por vez primera sobre el futuro del planeta y sus habitantes. A su término, los mandatarios firmaron una declaración que se considera el primer paso del derecho ambiental internacional, un punto de inflexión en el desarrollo de la política internacional del medio ambiente. En ella se reconocía la importancia de un medio ambiente sano para las personas y se creaba el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

A modo de reflexión, en su editorial de la revista ADENA (nº 4, septiembre de 1972) Félix Rodríguez de la Fuente, entonces vicepresidente de WWF España, decía: “La humanidad se preocupa cada día más de un problema que hace apenas 20 años era obsesión de unos pocos -llamemos “iluminados”- a los que realmente no se tomaba en serio. ¿Qué conclusiones podemos sacar de la magna reunión mundial celebrada en la capital de Suecia? Personalmente, no soy demasiado optimista. Se ha comprobado que existe una gran inquietud en los más altos niveles respecto a la conservación del medio. Pero también se ha visto que, por el momento, intereses políticos y económicos impiden que todas las naciones puedan ponerse de acuerdo en un punto tan extraordinariamente trascendental como la supervivencia de nuestra propia especie, determinada sin ningún género de dudas, por la conservación del equilibrio ecológico en el medio humano”. Es como si el tiempo se hubiese detenido.

Poco menos de una década después, el 5 de marzo de 1980, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el PNUMA y WWF presentaron en 33 ciudades de todo el mundo la primera “Estrategia Mundial para la Conservación de la Naturaleza”, un documento histórico y visionario en cuya elaboración participaron 700 científicos y expertos de más de 100 países, que pretendía dirigir por primera vez las políticas nacionales hacia la sostenibilidad desde una perspectiva global.

Rodríguez de la Fuente, lo presentó en Madrid en un acto que reunió a los reyes de España, al presidente del Gobierno, a cinco ministros y al alcalde de Madrid para que escucharan en directo sus importantes recomendaciones y su novedoso mensaje global en defensa de la naturaleza. Una guía para alcanzar un desarrollo sostenible con tres objetivos: mantener los procesos ecológicos esenciales, preservar la diversidad genética y asegurar un aprovechamiento sostenible de especies y ecosistemas. Desgraciadamente, 9 días después Félix fallecía en un trágico accidente de avioneta en Alaska y no pudo comprobar el éxito de la primera estrategia para la sostenibilidad.

Años más tarde, en 1991, UICN, PNUMA y WWF actualizamos aquella guía en una segunda estrategia “Cuidar la Tierra: una Estrategia para el Futuro de la Vida”, que presentamos en 60 ciudades. Por primera vez se abordaban los problemas ambientales bajo la dimensión socioeconómica y se analizaba la estrecha interacción entre desarrollo económico y medio ambiente proponiendo nueve principios para conseguir una sociedad sostenible que gobiernos, empresas y ciudadanos deberían seguir. Ya hablábamos de vivir dentro de los límites de la capacidad de un solo planeta, con estilos de vida y pautas de desarrollo que respetasen los límites naturales. Un mensaje hoy ampliamente aceptado, pero que entonces era revolucionario.

Estos dos documentos clave y el trabajo previo de WWF influyeron de manera decisiva para que años después se fraguaran en sucesivas cumbres los acuerdos internacionales más importantes de conservación de la biodiversidad, la conservación de los bosques, la lucha contra el cambio climático y contra la desertificación.

Así, dos décadas más tarde de la primera Declaración de Estocolmo, entre el 2 y el 13 de junio de 1992 tuvo lugar en Río de Janeiro (Brasil) la llamada segunda Cumbre de la Tierra. Se dieron cita representantes de 172 gobiernos, incluidos 108 jefes de Estado y de Gobierno y miles pertenecientes a ONG. Sus principales logros fueron el Convenio sobre la Diversidad Biológica y la Convención Marco sobre el Cambio Climático, que años después llevaría al Protocolo de Kioto sobre el cambio climático y al Acuerdo de París (2016). Se dieron pasos en la conservación de los bosques y arrancaron las negociaciones de una Convención de Lucha contra la Desertificación, que entró en vigor en diciembre de 1996.

La tercera cumbre se desarrolló en Johannesburgo (Sudáfrica), del 23 de agosto al 5 de septiembre del 2002 y fue un encuentro de transición para renovar el compromiso político y la acción hacia un desarrollo sostenible.

La cuarta y última aconteció en junio de 2012 en Río de Janeiro, bajo la denominación de Conferencia de Desarrollo Sostenible. Los representantes políticos de las 193 delegaciones asistentes a la conocida como Río+20 alcanzaron fuera de plazo un decepcionante acuerdo de mínimos sobre el borrador de conclusiones “El futuro que queremos” con las importantes ausencias de Barack Obama (EE.UU.), Ángela Merkel (Alemania) o David Cameron (Reino Unido). Las ONG calificaron el texto de "fracaso colosal" y Jim Leape, director general de WWF sentenció: “Una madrugada de negociaciones para que los diplomáticos acaben decepcionando al mundo. Deberían sentir vergüenza de su incapacidad para alcanzar un acuerdo en un asunto tan crucial”.

Desde entonces se han desarrollado infinidad de conferencias internacionales y reuniones preparatorias, cargadas todas ellas de grandilocuentes mensajes políticos de acogida que, al término de las mismas, siempre se han tropezado con los mismos obstáculos: compromisos poco ambiciosos y poco concretos y escasa voluntad de asumir los posibles costes y de ayudar a los países que tienen menos recursos económicos.

Así, por ejemplo, del 13 al 29 del pasado mes de marzo, representantes de los países firmantes de la Convención para la Diversidad Biológica de la ONU (entre los que están todos los países de la UE y Latinoamérica, China y Rusia, pero no EE.UU.), se reunieron en Ginebra (Suiza) para preparar la Cumbre sobre Biodiversidad (COP15), que tendrá lugar en Kunming (China) a finales de este año.

La pérdida de naturaleza necesita un acuerdo mundial similar al Acuerdo de París para impulsar la acción e implicar a todos los sectores y el plan precisa medidas concretas y ambiciosas sobre los factores causantes de la pérdida de la naturaleza. Y eso es lo que venimos reclamando desde hace varios años desde WWF y otras muchas organizaciones internacionales.  Sin embargo, los gobiernos reunidos en Ginebra no mostraron interés en comprometerse con medidas concretas ante el reto de detener la pérdida de especies para 2030 y las negociaciones no lograron avances en áreas clave: como financiación y distribución equitativa de los recursos genéticos; lo que ha forzado al anuncio de una ronda adicional de negociaciones en Nairobi (Kenia), los próximos 21 al 26 de junio. Como ya escribió Félix hace 50 años, buenas intenciones y pocos compromisos reales.

Entre estas rondas de frenéticas negociaciones, se va a celebrar el evento Estocolmo+50 para conmemorar el 50 aniversario de aquel primer encuentro global en favor del medio ambiente, pero también para contribuir a acelerar el cumplimiento de los compromisos en el contexto de la Década de Acción y resultados en favor del desarrollo sostenible, incluida la recuperación sostenible tras la pandemia de COVID-19.

Tal y como adelantó Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA y secretaria general de Estocolmo+50: "Tenemos que trabajar urgentemente para transformar nuestras economías y sociedades. Al recordar a Estocolmo en sus 50 años, también conmemoramos cómo el mundo se unió para recuperar la capa de ozono en 2013, eliminar gradualmente el combustible con plomo este año y evitar que se extingan las especies en peligro. Al reunirnos en Estocolmo, volveremos a comprometernos con la salud humana y planetaria, la responsabilidad, la prosperidad, la igualdad y la paz”.

 

WWF espera que tanto este evento, como la nueva ronda de negociaciones que se van a celebrar en Nairobi sean realmente fructíferas y culminen en la próxima COP 15 de Kunming con la aprobación de un nuevo Marco Global para la Biodiversidad post 2020 (GBF post 2020 de sus siglas en inglés) potente y ambicioso. Un marco Global que incluya un conjunto claro de metas, hitos y objetivos medibles y basados ​​en la ciencia que sirvan para garantizar que tengamos más naturaleza en 2030 de la que teníamos en 2020, incluyendo un objetivo para conservar el 30% de la tierra, el agua dulce y los océanos para 2030 a través de un enfoque basado en el respeto de los derechos de las poblaciones locales, así como un hito en 2030 para reducir a la mitad la huella de producción y consumo.
No podemos repetir los errores del pasado y sobre todo, dado el estado de emergencia planetaria, no podemos permitirnos el fracaso de la última década en la que ninguna de las metas establecidas en la cumbre de Nagoya en 2010 (las llamadas Metas de Aichi) se han cumplido. ¡¡El planeta tierra ya no puede esperar más, es el momento de pasar de las palabras a la acción!!
 

 

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