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La creciente emergencia climática está abocando a nuestro planeta a las llamas
El cambio climático está modificando la forma en la que arde el territorio a escala global. La combinación de olas de calor prolongadas, sequías acumuladas y baja humedad, unida a una vegetación muy seca y bosques decaídos, está generando incendios excepcionales en zonas libres de incendios hasta ahora, como la región ártica. Además, eventos extremos y de una virulencia nunca antes vista están sucediendo cada vez con más frecuencia, en el arco mediterráneo, Europa central, Australia, Chile, California, Indonesia o la Amazonia. A escala mundial, la cifra de muertes por incendios se ha incrementado un 276 % en los últimos años. También se han alargado los periodos de riesgo a nivel global.
El origen de todos estos fuegos responde a distintas causas y motivaciones pero, independientemente del origen del fuego, estos incendios tienen algo en común: el cambio climático intensificó las condiciones de su propagación hasta que derivaron en episodios muy peligrosos e incontrolables. La creciente emergencia climática está abocando a nuestro planeta a las llamas. Estos terribles incendios son la imagen del futuro de los siniestros que nos esperan en muchas zonas del planeta.
Consecuencias de los incendios sobre el clima
Los incendios tienen repercusiones sobre el clima a distintas escalas: en primer lugar, con la liberación directa de dióxido de carbono, principal causante del calentamiento global. En la actualidad, las emisiones brutas de carbono debidas a los incendios forestales equivalen al 25% de las emisiones globales anuales de los combustibles fósiles. Las emisiones debidas a los incendios en 2019 supusieron un repunte a nivel global. En total se liberaron 7.800 millones de toneladas de CO2, el equivalente a unas 25 veces las emisiones totales de España en un año.
En segundo lugar, el carbón negro u hollín se deposita en el hielo del Ártico y evita que se refleje el calor del sol. En el Ártico, el derretimiento del permafrost emite millones de toneladas de metano, un gas de efecto invernadero 25 veces más potente que el CO2. La última consecuencia sería la destrucción de los bosques y de su potencial de absorción de CO2. Algunos estudios aseguran que, de continuar la actual tendencia de deforestación, para el año 2050 la Amazonía podría dejar de actuar como sumidero de carbono para convertirse en uno de los mayores emisores.
En España, incendios vinculados al cambio climático: ‘superincendios’
El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico publicaba hace apenas una semana el balance de la campaña de incendios de este verano en España. En él, se intuía cierto triunfalismo por la reducción del 25% del número de siniestros respecto a la media del último decenio, lo que convertiría al 2021, según el ministerio, en el tercer mejor año de la última década tras 2020 y 2018. Si bien este factor es positivo, el análisis obvia otros aspectos que nos dan a entender que claramente aún estamos lejos de gestionar bien los incendios forestales en nuestro país y que estos constituyen un riesgo creciente de orden público. Este análisis no menciona que la proporción de GIF (grandes incendios forestales) respecto al total de siniestros no ha parado de crecer en los últimos años y que, concretamente este verano, se ha incrementado en un 44 % respecto a la media del decenio.
La virulencia de algunos de estos grandes incendios ha hecho que, en realidad, la campaña de 2021 haya sido una de las más destructivas de los últimos veinte años. Y que, aún con un 25 % menos de siniestros, se haya quemado un 5 % más de superficie. Además, dos de los GIF (grandes incendios forestales), el de Sierra Bermeja y el de Navalacruz, fueron extremadamente peligrosos. En el de Sierra Bermeja, que tristemente se cobró la vida de un bombero forestal, se formaron unas longitudes de llama de más de 30 metros de altura y la radiación podía sentirse a más de 200 metros de distancia. Incendios, que obligaron al desalojo de miles de personas y que, muy posiblemente, estuvieron vinculados al cambio climático.
La región mediterránea es una de las zonas con mayor riesgo a nivel mundial. Junto a estas condiciones meteorológicas especialmente adversas, la alta siniestralidad e intencionalidad, el despoblamiento rural, el abandono de usos tradicionales, la escasa gestión forestal y la ausencia de políticas que gestionen coherentemente el territorio son el cóctel perfecto para que se registren incendios de alta intensidad, simultáneos e imposibles de apagar.
Si realmente aspiramos a hacer frente a los impactos de los incendios forestales, necesitamos de nuestros dirigentes políticos más reflexión, más actitud crítica y más ambición. No es suficiente con reducir el número de incendios. La actual emergencia climática pone de manifiesto la necesidad de transformar el territorio e invertir en paisajes resilientes.
Hay solución
Los expertos predicen que si no actuamos lo peor está por llegar y en los próximos años asistiremos a un número creciente de incendios y más severos. Por ello desde WWF pedimos a nuestros dirigentes políticos:
En España:
Políticas de prevención que pongan la gestión del territorio en primer plano, para lograr paisajes resilientes, menos inflamables, que conjuguen la recuperación de un tejido productivo con la prevención de incendios, la conservación de la biodiversidad y la lucha contra el cambio climático. Para ello es fundamental la revitalización económica de las zonas rurales, que ponga en valor la silvicultura, la agricultura y ganadería extensivas, la trashumancia, y la lucha contra el despoblamiento, siempre bajo el prisma de la sostenibilidad. Ver informe de WWF Paisajes cortafuegos
A nivel global:
Políticas más ambiciosas para poner freno al calentamiento global y evitar una subida de temperatura global superior a 1,5°C. Para ello hay que acelerar la transición energética hacia una economía descarbonizada con medidas urgentes para conseguir una energía 100% renovable y un transporte y una alimentación sostenibles.
Los líderes mundiales tienen la responsabilidad de abordar la crisis climática en la COP26, la 26ª Cumbre del Clima de la ONU y comprometerse, entre otros, a detener y revertir la pérdida de bosques y la degradación de la tierra para 2030.
Apoya nuestra petición en Glasgow para pedir medidas urgente y reales para lograr la transición energética.