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NOTICIAS
La construcción de infraestructuras y trasvases es una falsa solución frente a la sequía en Andalucía
La sequía se agudiza en Andalucía, con un escenario cada vez más cercano de emergencia e impactos en la población por la falta de agua en una de las regiones con mayor sobreexplotación de agua a nivel nacional.
En los últimos años vivimos a golpe de decretos extraordinarios para mantener el mismo modelo de sobreexplotación del agua con la excusa de que faltan lluvias. La realidad es que los problemas estructurales de falta de agua de las cuencas de Andalucía se tienen que abordar primero reduciendo consumos excesivos, eliminando el robo del agua y adaptándose a la incertidumbre del cambio climático, y no pidiendo siempre más agua para campos de golf o cultivos industriales e intensivos.
El año pasado fue el segundo año más cálido y el sexto más seco desde el comienzo de la serie en 1961, según la AEMET. Así mismo, los embalses de las cuencas mediterráneas andaluzas, del Guadalete-Barbate, del Guadalquivir y del Guadiana, encaran este principio de 2024 al 18%, al 14%, al 19% y al 27% de su capacidad, sin que las últimas lluvias hayan podido aliviar sensiblemente la situación. Pese a que en las cuencas del Guadalquivir o del Guadiana se viene restringiendo el agua dedicada a distintos usuarios al menos durante las cinco últimas campañas, aun así, más del 85%, en promedio, del agua utilizada en estas campañas se ha destinado a regar, consumiendo una enorme cantidad de recursos y condicionando la cantidad de agua embalsada y la capacidad de otros usuarios de reaccionar ante la escasez.
Por el contrario, la administración pública mantiene en esta región en la que la escasez de agua debida a la sobreexplotación de ríos, humedales y acuíferos es un problema estructural, sigue promoviendo políticas de aumento de la demanda de agua, que necesariamente exigen el incremento de la oferta para poder sustentarse, a pesar de que el impacto del cambio climático indica que los recursos hídricos disponibles van a ser menores y más inciertos.
Por ejemplo, en la cuenca del Tinto Odiel y Piedras, que gestiona íntegramente la Comunidad autónoma, el plan hidrológico vigente incluye un crecimiento de la demanda de agua para el riego de cultivos de más de un 50% (de la situación actual con más de 40.000 hectáreas y una demanda de riego de 178 hm3/año, se pretende pasar en 2027 a más de 74.000 hectáreas y una demanda de 362,6 hm3/año), mientras a corto plazo se estima que el agua disponible en los ríos de esta cuenca se reducirá como mínimo un 2%.
Asimismo, frente a las peticiones políticas de nuevas infraestructuras, consideramos irresponsable trasladar el mensaje a la sociedad de que los problemas de falta de suministro de agua en los próximos meses se van a resolver con una oferta de agua que tardaría entre 2 y 5 años en materializarse (por ejemplo, con nuevas presas, desaladoras y trasvases). Además, estas medidas, en caso de ser realmente útiles, se deben incluir en el marco de la planificación hidrológica (como ya están algunas) para valorar su viabilidad económica, su impacto en los ecosistemas, pero también en los distintos territorios que asumen sus consecuencias negativas, y dar tiempo a pasar todas las evaluaciones necesarias ante una inversión pública tan cuantiosa y con efectos tan significativos.
No podemos esperar que las lluvias solucionen nuestros problemas de sobreexplotación del agua, ni podemos seguir a golpe de medidas urgentes para resolver un problema estructural en nuestra gestión y uso del agua. No es solo la sequía, es la sobreexplotación y el robo del agua lo que ha acabado con nuestras reservas de agua y nos lleva al suicidio hídrico colectivo.
Tenemos las herramientas para solucionar estos problemas pero hay que dejar de prometer políticamente agua que no existe.